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Bukowski Roominghouse

Charles Bukowski es un escritor de mierda; en el sentido fisiológico del término (por supuesto).

Creo que suelen llamar realismo sucio a lo que él hacía. Un encasillamiento como otro cualquiera. Es cierto que sus escritos están cubiertos de una pesada costra de mugre, pero bien podrían haberlo colado dentro del naturalismo. ¿Y porque no? En el fondo no hacía más que describirnos su vida, a través de su alter ego; el señor Hank Chinaski. Así, sin más, sin ahorrarnos detalles. Si su vida era sucia y asquerosa, no iba a contarnos otra cosa.

Pero por más que lo pienso, no hago más que convencerme un poco más de que esto no es poco, sino que hablar con esa brutal sinceridad de uno mismo tiene bastante mérito.

La vida es rara a veces; yo creo que siempre, de hecho; y Bukowski/Chinaski es muy consciente de ello.

Pues no es lo mismo sentirse enfermo que estarlo realmente.

No, está claro que no….

Es preciso aceptar las cosas de este mundo sin entenderlas, es lo que nos piden que hagamos. A más desarrollo de una sociedad, menos sentido, y si le buscas las vueltas, acabas por salirte del redil; eso si no son los demás borregos los que te echan a puntapiés.

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Bukowski, maestro de ebrios patanes y/o poetas, le hizo un gran favor al género poético. Porque fue un renovador, a la vez que un verdugo… y sí, así soy de inconstante que me retracto de lo que he dicho una línea más arriba, porque me pregunto si en el fondo lo que hizo no fue sino cargarse el género, y no tanto él en sí mismo, como las generaciones siguientes completamente trastornadas por sus obras.

Porque no es por nada que sea uno de los poetas más imitados del pasado siglo, sus poemas desbordan humor y geniales reflexiones sobre el sentido de la vida, aunque sin un gramo de pedantería. Lo que pasa es que no todo el mundo tiene su talento.

Yo, sinceramente, no quiero escribir como él. Hay que estar muy jodido para escribir así, aparte de que la úlcera de estómago (gracias, papa, por tan buena genética) no me permitiría sobrevivir mucho a semejante trasiego de alcohol de la mañana (me corrijo: del mediodía) a la noche.

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Y es que, por los clavos del Señor, al viejo le gustaba pegarle duro a la botella.

Beber, su coche, follar, las carreras de caballos y el boxeo; en ese orden.

El viejo cabrón era un hombre de costumbre y gustos sencillos (dentro del exceso). Y es que en el fondo se conforma con burlar a la muerte un día más; con eso basta.

Él no sabe nada de Dios o de los hombres. No sabe ni le interesan la política o los ideales.

No sabe nada y a la vez conoce la esencia de todo; el sabe lo que sabe y lo ha aprendido por el camino duro; cayéndose y levantándose muchas veces.

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Pero que no sea un autor refinado, de esos que edifican sus textos con bonitas palabras, en un intrincado estilo digno de la más cara y por ende, la mejor, universidad de la costa este, no implica en absoluto, que sus reflexiones no estén dotadas de una gran agudeza y sutileza pese a lo rudo de su estilo.

El habla de lo que conoce; de sí mismo sobretodo; y lo hace muy bien. Y en ese sentido es capaz de hacer algo muy difícil; una autocrítica descarnada y feroz, aunque exenta por completo de la típica autocompasión.

Tal vez sea porque nos gusta la mierda; porque los humanos obtenemos un morboso placer en contemplar las miserias de nuestros congéneres (de ahí el triunfo de la telebasura); la base de su éxito.

Yo no lo veo así; o por lo menos, no del todo; yo creo que aparte de la brutal sinceridad que emplea para hablar de sí mismo, que no está exenta de mucho humor, hay algo más, hay un hombre que sufre; algo indisociable del simple hecho de vivir en mayor o menor medida; y eso es lo que nos engancha.

Se siente que tras la mugre hay un hombre que busca desesperadamente amor y cariño. Lo busca y parece no alcanzarlo nunca, porque se sabotea a sí mismo, porque en cierto sentido, ni siquiera cree ser merecedor de algo tan bueno, y porque ni siquiera sabe muy bien cómo responder a esos sentimientos.

De la misma forma, tampoco sabe muy como relacionarse con el mundo; le gusta la soledad y a la vez le quema estar solo y necesita de la gente, sobretodo de sus mujeres, a las que jode y le joden en más de un sentido.

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No tiene mucho sentido hablar de escritores malditos (¿Los hay benditos? ¡Póngame tres para llevar, por favor!), y eso que la imagen tiene su gancho desde luego.

Y mucho menos para referirse a Bukowski, porque una de las condiciones para ser un escritor maldito es no haber conocido el éxito en vida, cosa que no ocurrió con el viejo.

Pero yo en todo caso, sí que puedo hablar de un maldito escritor por el que he robado horas al estudio más de una vez (y más de dos). Es igual (creo…); en el fondo soy de los que piensan que en la vida, las únicas cosas que de verdad vale la pena hacer, son aquellas que haces por propia voluntad; y si no he comprendido mal su obra, pensaba algo parecido el señor Bukowski.

Ilustración perteneciente a una serie de cuatro, inspirada en los escritos de Charles Bukowski, realizada por el artista visual e ilustrador Andrés Casciani.

Podéis seguirle a través de su cuenta de flickr: http://www.flickr.com/photos/andrescasciani

y su blog: http://andrescasciani.blogspot.com

Por: El Exiliado del Mitreo

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